Viernes 22 de abril de 2016, día del paso del rally mundial en Calamuchita. La imagen, tomada por el locutor y periodista Germán Quiroga, es elocuente: personas que cruzan un arroyo, buscando una ubicación para apreciar el paso de las máquinas y una cerca de alambre que directamente atraviesa el curso de agua y continúa sobre sus márgenes (espacio público). "Una del Rally de ayer... No es un auto ni mucho menos un piloto, es un pícaro que se adueñó del arroyo. Maestro... Es propiedad de todos… Por si todavía no se dio cuenta", escribió Germán en la publicación que subió a su Facebook, con otra fotografía similar. No es nuevo, y según el colega, no es el único caso que visualizó en su recorrido. Suman varios más. Como buen hombre de prensa, no dudó en gatillar su cámara para tomar la imagen, que no solo le resultó gráfica, sino que, además, muestra uno de los mayores problemas, que es una noticia que se reitera, no solamente en dicho valle serrano: la invasión de la propiedad privada en el espacio público. Hace varios años, se decidió realizar un ordenamiento territorial en las sierras, para erradicar cercas que avanzan sobre arroyos, río y lagos. Decía una nota del año 2009 en La Voz del Interior: Cuando el Ministerio de Obras Públicas de la Provincia puso en marcha, hace un par de años, el Plan de Ordenamiento Territorial, con el propósito de delimitar las tierras de dominio público a través de la determinación de la líneas de ribera en arroyo, ríos y lagos, sólo en Punilla se removieron alambrados en más de 50 puntos de los cursos de agua. Las infracciones detectadas fueron muchas más en Sierras Chicas, Calamuchita y Traslasierra. Es decir, en los principales corredores turísticos cordobeses donde los embalses y ríos serranos se ofrecen a los visitantes como una de las principales atracciones. En Córdoba, por ejemplo, sólo en 2009 la Dirección Provincial de Agua y Saneamiento retiró 500 alambrados en las sierras que impedían el libre tránsito. En 2004, el gobierno cordobés colocó mojones en siete lagos que delimitaron por primera vez lo público de lo privado.
La necesidad de actuar frente a la crisis climática nunca ha sido tan clara. En 2023 se han batido récords de calor en todo el mundo. Parece que todos los días hay noticias de condiciones meteorológicas extremas que ponen en peligro la vida de las personas. En julio, el secretario general de la ONU, António Guterres, anunció sombríamente que «ha llegado la era de la ebullición global». En resumen, hay mucho en juego en la cumbre sobre el clima que se celebrará entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre. Pero hay un gran problema: la COP28, la última de la serie anual de conferencias de las partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), se celebrará en Dubái, en los Emiratos Árabes Unidos (EAU). Se trata de un país con un espacio cívico cerrado, donde la disidencia está penalizada y los activistas son detenidos sistemáticamente. También es una potencia de combustibles fósiles empeñada en seguir extrayendo petróleo. En las cumbres multi
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